Debate desde Soto del Real

«No voy a dimitir porque no me considero culpable», dijo Rajoy ante el Senado convertido en Comité de Salud Pública. Los diputados no llevaban gorros frigios ni zuecos, pero acorralaron con una guillotina retórica al presidente. «Delenda est Mariano Rajoy», comentó el portavoz de ERC, recordando la frase de Catón contra Cartago y de Ortega contra la Monarquía. Mariano, según la Oposición, debe ser destruido, entre otras cosas porque, como dijo irónicamente un diputado, ha traicionado a su contable, que ha desatrancado las cloacas del PP. Se preguntó Cayo Lara: si Bárcenas se llevó un pico, ¿dónde está el resto?

Fuentes del PP me decían a las 12.30 que la gente del PP está contenta con Rajoy porque ha estado en presidente, ha ganado credibilidad; dada la situación que tenía, sale vivo, mientras «Rubalcaba parece un reportero de EL MUNDO y Rosa Díez no era una política, sino una fiscal».

A las 9.30, cuando Rajoy decía: «Creí a un falso inocente», Rosalía iba camino a Soto del Real con su hijo Guillermo. Le pregunté qué le parecía la intervención de Rajoy: «Muy profundas palabras», contestó con tono burlón.

A las 13.45 volvía de la cárcel. Me dijo que Luis oyó la primera parte del discurso de Rajoy. Pensó que el presidente se ha suicidado, que está loco, falseando lo que ha ocurrido, mintiendo sobre la caja B, diciendo cosas que muy pronto serán rebatidas.

¿Cómo puede decir que su partido no se ha financiado ilegalmente?, se pregunta un amigo de Bárcenas que cree que el presidente sólo ha pronunciado palabras altisonantes sin excusarse por la financiación ilegal. «¿Habrá algún juez que se atreva a procesar a un presidente, teniendo en cuenta que ha pertenecido a un Gobierno que ha adjudicado obras públicas a donantes de su partido, de cuyo dinero ha cobrado ilegalmente?».

Me explica Rosalía que un funcionario le preguntó si se sentía acosada por los familiares de los presos y ella ha contestado que los que le acosan son los que le persiguen con motos, cámaras y matrículas falsas.

El presidente habló más de una hora y le aplaudieron los diputados puestos en pie. Fue un discurso sobre la democracia –bien en el terreno de las abstracciones–, no sobre la financiación ilegal. La Oposición mostró la caja B envuelta en una red de mentiras. El amigo de Bárcenas me decía: «Rubalcaba le dice a Rajoy que está haciendo mal a España. Está machacando y desmontando sus mentiras». Pero Rajoy, artista de la resurrección, salió vivo de la plaza de la Marina Española.

La mentira, he ahí la cuestión. Aceptamos como tópico que la mentira es un arma del estadista. Según la Oposición, el Gobierno no ha hecho otra cosa que mentir, pero mentir no es delito. Lo que se rompió en el Senado, tan british, fue el trampantojo que culmina en el techo. (Trampantojo: trampa ante ojo, ver lo que no es, artificio). Ayer se rompió el trampantojo de la política española, que intenta pasar lo ficticio como real. Por eso, otra vez, como entonces, acusan a los de EL MUNDO, ayudándose del Rubalcaba de los 90, de manipular y tergiversar los hechos, todo porque contamos otra vez el saqueo, la ideología de la codicia y el asalto a los fondos del Estado y de los empresarios que sobornan a los políticos.